25/04/2017

Bajar la montaña

En París se camina mucho y se habla más. La gente baila menos, quizás, que en algunos sectores de mi entorno Barcelonés, pero se habla y se camina mucho y bien. Eso a mí me flipa porque siempre que estoy allí me encuentro en paseos eternos, normalmente nocturnos, que es cuando pasan las cosas importantes de verdad.
El otro día andamos des del canal hasta la Bellevilloise, que es un garito en el que ponen cumbia y que a Victor le encanta. Yo había quedado con un amigo y salíamos de un concierto de tecno minimal de una hora en el que casi nos dormimos (todos los asistentes) y al salir, sin haber tomado ninguna droga, empezamos a hablar y a hablar y ya no nos callamos hasta qu'on sa separer. Este es otro factor clave en mi amor por el viaje: los idiomas. Me fascina empezar conversaciones en otros idiomas, buscar palabras, hacer traducciones literales y que funcionen, que me entiendan, que se den cuenta de mi acento patoso y les haga gracia o no, a los que me hablan. Me divierte profundamente. En uno de estos paseos, se formó el típico momento en que cada uno va andando en grupitos de 2 o 3 y se mantienen conversaciones paralelas y hasta se van uniendo o separando personas por el camino. Yo me quedé hablando muy a gusto con un señor (no muy mayor, pero no le llamaría un chico), que era fotógrafo y que, entre otras cosas, vendía sus fotos a los turistas delante del Pompidou. ​Me cayó fenomal. Hablaba, como decía, muy bien. Cómo dominan el arte de la conversación la gente de ahí, en serio! Me contó varias cosas: una fue que él de joven odiaba leer. No se le daba nada bien la escuela y un día, en un albergue vió un libro de Marguertie Duras y se lo leyó y le cambió la vida. Se fue a Cambodja o a Vietnam en busca de su casa y fue revelador. Des de entonces que le encanta leer. Yo le pregunté porqué hacía fotografía. Me dijo que era una buena pregunta, aunque a mí me parece de lo más obvio. Coincidimos en una cosa: no nos gusta nada la gente que trata a las personas más jóvenes (de edad) con "adultismo", ese término que me enseñó Martin y que ahora me ayuda a detectar un montón de actitudes (a veces mías) que veo en mi día a día y en la educació, en general. El dijo que también estaba en contra y él podría haber caído en esto hablando conmigo, pero no lo hizo en ningún momento. Es de agradecer, la verdad. Luego hablamos evidentemente de Godard, de Hervé Guibert y, sorpresa, de Vallcarca. Me dijo que no había estado nunca en Barcelona pero que​ había escuchado un programa de radio en el que dos chicas de Barcelona contaban que vivían en la parte de la montaña y que eso les gustaba porqué al salir de casa, todo iba siempre de bajada. Era como empezar el día descendiendo, y eso era siempre sinónimo de muchas posibilidades, de amores, del mar, de tomar algo, de salir, de empezar. En cambio de noche, cuando volvían a casa, todo era subida, les daba pena subir la montaña porque esto siempre significaba el final de algo. Me pareció extraordinario y poético. Yo vivo en la parte de abajo de ciudad. Pero me parece un motivo de peso para empezar a buscar un piso en las alturas. Les explicaría esta historia a mis vecinos y me mirarían con cara de incrédulos cómo siempre que intento explicar algo en persona que me emociona.
Últimamente me doy cuenta de lo increïblemente fuera de tono que estoy a veces y no es fácil ¿sabéis?. A veces me pongo super roja al contar ciertos pensamientos. Veo que la gente no lo comparte, que no me sé explicar o que simplemente, no interesa ni intereso yo, a lo mejor. Entonces me dan ganas de no ser tan extrovertida, de tener ese don de las personas un poco tímidas que generan cierto misterio en los demás y que saben callarse un rato.
Ayer por la noche estaba bastante triste y me invadió este sentimiento de inseguridad. Estaba sentada en la alfombra y Jordi cenando, porqué llegó super tarde del trabajo, me miró y me dijo todo lo que necesitaba escuchar, como casi siempre hace y sin que yo le explicara nada de lo que pasaba por mi cabeza.
No reproduzco sus palabras pero las tengo yo siempre bien guardadas para cuando se canse de mí y las necesite de nuevo.


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