"El
dramaturgo de teatro querría que los
espectadores vieran esto o sintieran aquello, que comprendieran tal o
cual cosa y que sacaran de ello tal o cual consecuencia. Es la lógica
del pedagogo embrutecedor, la lógica de la transmisión directa en
lo idéntico: hay algo, un saber, una capacidad, una energía que
está de un lado – en un cuerpo o un espíritu – y que debe pasar
al otro. Lo que el alumno debe aprender y lo que el maestro
debe enseñar. Lo que el
espectador debe ver y
lo que el director de teatro el hace ver.
Lo que debe sentir es la energía que él le comunica. A esta
identidad de la causa y del efecto que se encuentra en el seno mismo
de la lógica embrutecedora, la emancipación opone su disociación.
Ése es el sentido de la paradoja del maestro ignorante: el alumno
aprende del maestro algo que el maestro mismo no sabe. Lo aprende
como efecto del control que le obliga a buscar y verificar esta
búsqueda. Pero no aprende el saber del maestro."
Texto extraído de unos de los libros que más me han gustado y servido este curso: "El Espectador Emancipado" de Jacques Rancière, pàgina 20.
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