12/05/2015

And The Colored Girls Say

Estaba haciéndole una lista de reproducción a mi hermano, con canciones de amor de hoy y de siempre. Ha decidido casarse y yo me alegro mucho por él y por la alegría que esta celebración está llevando a mi familia, que en los últimos años se reúne poco y menos para celebrar cosas cómo el amor o la juventud, que al final son las que a mi más gusta celebrar, paganamente y bailando a poder ser. 

La lista es muy muy ñoña, muy disney, muy love actually, pero qué bonita y qué contenta me pone hacerla. Me dí cuenta de que unas de las canciones que más románticas me parecen de la historia es Walk on the Wild Side de Lou Reed y tuve que parar y escribir a mi hermano diciéndole que ojo con las que escojan para entrar y salir de la ceremonia, porque esta habla de cosas sucias y marginales y a lo mejor no quieren dar mensajes con los que no se identifican. 

Luego volví a pensar, con lo bonita que es la canción y la historia que cuenta. Es un himno! 

Y es que todo esto de las bodas, que para mí sería todo placer y amor es, a su vez, de una hipocresía y falsedad enormes. Mira que yo ya dejé atrás parte de mi enfado con el mundo. Entre otras cosas, porque me traía muchos dolores de cabeza en mi familia. Sí, como muchos adolescentes (de 20 años) yo tenía peleas encendidas con mi padre y hermano sobre visiones del mundo capitalistas, injustas con una parcialidad y falta de diálogo muy evidentes por mi parte (a veces por su parte, también) y eso al final me resultaba cansado. Lloraba mucho y ellos no tanto, aunque yo sé que les afectaba. Nos distanció, y eso, junto con mi ansiada independencia económica, hicieron que poco a poco viera la mayoría de estos asuntos como una cuestión de puntos de vista y me permitió disfrutar más de ciertos momentos, lugares y conversaciones.

A pesar de haber dejado atrás cierto enfado general con el mundo sigo considerándome constructiva y crítica en casi todo lo que hago, digo o busco. Entre otras cosas, no soporto que las bodas sean la reproducción masiva e incoherente de un ritual impuesto, la mayoría de las veces, feo y poco esperanzador. Porqué quién no ha estado en una de esas bodas en las que ves que la pareja va acabar mal? No hay nada más triste que dar la enhorabuena a unas personas, que sabes que van a acabar enfadadas y en el mejor de los casos, sólo separadas. Además se gastan dinero y hacen que los demás nos lo gastemos. Eso sí que me jode mucho mucho, y mira que siempre reconozco que vengo de casa bien y que por ese motivo no me gusta hablar de dinero (me parece de mal gusto y una pérdida de tiempo). Luego hay los roles de género y la bobada de que no me den un puto cigar cuando acabo de cenar y a mi novio sí. Una tontería, pensarán algunos, pues como todas las pequeñas tonterías que me pasan cada día a mi o a otras y que hacen que yo sea feminista.

No sé cuál es la solución. Nuestros padres y madres eran probablemente el triple de revolucionarios en lo que a romper esquemas se trataba, entre otras cosas porque los esquemas eran el triple de claros y estáticos. Los esquemas que nos hemos encontrado nosotras son mucho más sutiles, y en consecuencia, peligrosos. Es asqueroso casarse por la iglesia católica sin creer en dios y en cambio puedo poner a mis amigos en el apuro de subvencionarme todo el mobiliario de mi nuevo piso  o mi viaje a Papúa Nueva Guinea dándoles mi número de cuenta, sabiendo que sus precarios trabajos apenas les dejan tiempo y dinero para ir a buscarse un traje al Zara. 

¿A lo mejor hay que generar nuevos rituales? ¿Acaso no lo han intentado ya muchos? ¿Y si haces un nuevo ritual, como no es compartido con el resto de códigos de la sociedad en la que has nacido, pierde fuerza? ¿Es un ritual de verdad si no tiene este componente con el que todos nos identificamos? ¿Debería Júlia leer más libros de antropología y dejar de escribir chorradas en su blog?

No sé, yo por ejemplo ahora estoy con mi cruzada anti depilación y anti dietas contra la celulitis. Cruzada personal e intransferible, ya que creo que sólo tengo que convencerme a mi misma de la memez de gastar tiempo, dinero y dolor en quitarme pelos del cuerpo o adelgazar mis bonitas nalgas. Pero para la boda de mi hermano me voy a depilar. Eh. Y tampoco pasa nada! Seré igual de feliz ese día y seguro que al resto de mi familia le daría absolutamente igual que yo me depilara o no, algunos ni lo notarían.
Pero sí, así es vivir en este sinsentido constante. Solo veo la posibilidad de una isla a veces, al cerrar los ojos y dejar entrar una de las pocas grietas que nos quedan de libertad y gozo. Una canción de Lou Reed que te dice, hey babe, take a walk on the wild side.



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